Emilia
Ferreiro es una eminencia: psicóloga por la Universidad de Buenos
Aires, se doctoró en Ginebra bajo la guía de Jean Piaget. Las relaciones temporales en el lenguaje del niño,
su tesis de doctorado, se publicó mientras formaba grupos sobre
alfabetización en la UBA. El golpe militar de 1976 la llevó al exilio y,
desde entonces, vive en México.
La pedagoga vino a la Argentina para asistir a las jornadas con que
se celebraron los diez años de la Maestría en Escritura y Alfabetización
de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la
Universidad de La Plata. Ferreiro llegó para una actividad de tres días
con más de 1.500 inscriptos, que ella cerró el sábado pasado.
En un alto en las jornadas, en el amplio campus de la facultad en Ensenada, Ferreiro habló con Página/12
sobre sus estudios y el impacto de las nuevas tecnologías en la
lectoescritura. Puso el acento sobre el significado de los primeros
escritos de los niños: “Que se aprende antes de ir a la escuela ya está
bastante aceptado, lo que no se acepta tanto es que el aprendizaje
focalizado por la escuela se pueda iniciar antes. Lo trabajó Piaget: la
noción de número comienza antes de la escolarización y lleva mucho
tiempo hasta que se incorpora. Lo que él nunca trabajó es el lenguaje
escrito. Ahí es donde creo que hice mi contribución”, explica. “No fue
sólo aplicar Piaget, sino también reconceptualizar el objeto de
aprendizaje para comprender de qué se trataba.”
¿Cómo fue el abordaje de la lengua escrita?
Se entiende a la escritura a través de una forma muy simplificada, de
correspondencias. La idea es que a cada sonido corresponde una letra, y
no es así, porque hay más de un sonido para una letra y viceversa. Si
fuese un código así, en el Río de la Plata no tendríamos la b y v, o la
u que sigue a la q. Más la anomalía de la i y la y. Entonces no se
puede hablar de código tan fácilmente, porque un código debe ser
riguroso, cono el código de barras, sino no funciona. Y los intentos de
reforma terminan en discusiones interminables, como cuando se quiso
suprimir la y, cosa que no se pudo hacer porque había dos palabras
imposibles de pensar sin esa letra: rey y ley.
O sea que, como código, el idioma escrito es imperfecto.
Exacto. Si se mantiene la idea simplificada de la escritura como
código, tenemos un código imperfecto. Y si no es perfecto, no sirve en
la realidad social. De ahí que yo discutiera el reduccionismo fónico:
uno de sus problemas serios es que la escritura dejó de ser
representación de la lengua para pasar a serlo de sonidos elementales.
La lengua es más que ruido, desde que Saussure habló del signo bifásico,
que tiene significado y significante.
Y usted se plantó contra esa concepción.
Lo que he defendido durante años es que para entender el proceso de
alfabetización, tanto de niños como de adultos, hay que comprender la
complejidad del fenómeno de la escritura, que no es menor que el de la
lengua oral. Ambos son objetos complejos, no reducibles a códigos. Hay
una tendencia pendular en el terreno educativo, sobre todo en la
alfabetización. Si algo no funciona se va hacia el otro extremo, y así
no se construye. El lenguaje no se reduce a lo sonoro, también es
sintaxis, la combinación de palabras es esencial. Las lenguas cambian en
a su modo.
¿Cómo se produce ese cambio?
Nosotros creamos sustantivos todo el tiempo, vienen prestados de
otros idiomas, incluso del lenguaje tecnológico, como hardware o
software. Hay verbos que adoptan nuevos significados:”bajar”el programa,
“abrir” el archivo. Son verbos que ampliaron su rango de significado.
También se crean verbos nuevos, como chatear. Los verbos nuevos son
terminados en ar, pero no creamos los elementos sintácticos
fundamentales: artículos, conjunciones, nuevas desinencias verbales.
¿En qué afecta esto al idioma?
Va mutando. Nosotros, hoy, hablamos en español, una lengua con muchos
siglos, y no es lo mismo el español de hoy que el del Siglo de Oro. La
lengua es un objeto maravilloso, cambia pero mantiene su núcleo duro,
según algunos, raíz morfosintáctica, según otros. Lo que se fue
modificando fueron radicales verbales y se sumaron sustantivos y
adjetivos
¿Qué rol juega Internet en los cambios del idioma?
Hoy estamos asistiendo a una revolución importantísima en los modos
de producir, distribuir y recibir textos e imágenes. Va a una velocidad
impactante. Por la cantidad de usuarios de esos dispositivos, que
aumentan en forma exponencial y afectan a todas las profesiones. Y
porque la diseminación fue espectacular, más rápida que la de la TV. En
su momento parecía que el fax era lo máximo, y de golpe llega algo
superior. Y encima, lo que antes eran objetos separados ahora son
funciones de un mismo objeto material: el celular permite hablar por
teléfono, pero también sacar fotos, mandar correos.
¿Cómo afectan estos cambios a la experiencia educativa?
Son objetos muy atractivos para los chicos. Son la generación de los
botones, todo lo hacen apretando sobre un dispositivo. Para mí, el
problema es que se vuelve difícil construir nociones de tiempo y
causalidad. ¿Cómo se le explica a un chico que no es lo mismo mandar un
mail desde Buenos Aires a alguien en Rosario que enviarlo a Australia, y
que por ahí el que mandó a Australia llega antes? Ciertos usos
tecnológicos confunden a los chicos respecto de la relación de tiempo y
espacio recorridos.Se pierde esa relación, y eso desconcierta. Creo que
ni Piaget imaginó los desafíos de los chicos contemporáneos para
construir nociones de tiempo y espacio.
¿Cómo ve la frontera entre el preescolar y la primaria?
Hoy se tiende a ver que no hay una frontera brutal entre ambos, y eso
es afortunado. En una época el preescolar se definía en términos
lúdicos: el lugar para jugar, hacer rondas, cantar, algo de percepción
motriz pero sin contenidos precisos de aprendizaje académico. Mientras
que la primaria es la ruptura y ya no hay más juego. Se corrió el límite
de ambos lados. El preescolar tiene ahora contenidos de aprendizaje y
la primaria ya no es tan tajante respecto de mandar al chico a la
psicopedagoga si a los seis meses de clase aun no aprendió a leer. Hoy
se comprende que los aprendizajes fundamentales aparecen entre los 4 y
los 7 años. No hay que inquietarse si algunos empiezan a los 5 ni
angustiarse porque a los 6 no se lee.
¿La escuela incorpora la experiencia previa de aprendizaje?
Por lo general la desdeña. Hoy tiene mucho que ver con los nuevos
dispositivos, eso hace que todo cambie. Las maestras vienen de la
cultura libresca y hoy se amoldan a las pantallas. Los chicos ya vienen
formados por la pantalla y recién en la escuela ingresan al papel
escrito. Esto va a ir cambiando, en diez años veremos cómo evoluciona.
Es un período corto en términos institucionales, pero extenso en vidas
individuales, con chicos más expertos en pantallas que sus maestros.
¿Qué rol le cabe al Estado?
Un ministerio puede decir que usará un método determinado que
generará grandes resultados. Pero la enseñanza no se puede reducir a un
método. Influyen los contextos, el entorno…no es lo mismo enseñar en
Buenos Aires que en Jujuy, en la práctica entran a jugar un montón de
factores. La incorporación de la PC portátil fue algo positivo. Sobre
todo si miramos cómo se implementó en Uruguay, el primer país
latinoamericano que garantizó una PC por alumno. Ahí la PC se movió: fue
de la casa a la escuela, ida y vuelta. Así se pudo llenar la brecha
digital, porque permitió acercar la tecnología a las familias, algo
importantísimo. Con el agregado de que los chicos les enseñan a los
padres, se vuelven expertos y explican a sus mayores.
Cuando un chico repite de grado, ¿cuánto de ese fracaso corresponde a la escuela?
Es muy fácil delegar en el chico el fracaso. El maestro debe asumir
con convicción que en el curso todos van a aprender. El problema es que,
lamentablemente, y esto está comprobado que sucede en muchos países, el
maestro hace una tipología del alumnado en su cabeza: estos son los que
estudian, aquellos los más rezagados, los otros son los revoltosos. Lo
que uno hace como adulto ante un chico cuando está convencido de que va a
aprender no es lo mismo que hace con el preconcepto de que el alumno va
a fracasar.
El gran desafío parece ser la asimilación de las nuevas tecnologías
Aun no hemos asumido las consecuencias de la revolución tecnológica,
que cambió todas las profesiones, ninguna quedó indemne. Todos andan
con celulares, todos, en cada profesión. A nivel de la escuela el tema
es saber trabajar con los materiales. Un libro es un objeto al que se le
da entidad de fuente seria. Eso hay que saber entenderlo en la web. Los
jóvenes leen más que antes, pero hay nuevos modos de lectura y falta
tener criterios de confiabilidad. Ese es un problema mayúsculo, porque
uno puede creer cualquier cosa. La escuela debería pensar cómo trabajar
eso, que es algo nuevo, que no estaba en la agenda escolar previa. No
son criterios similares a los de la cultura libresca.